En mi post anterior me quedé con ganas de contar un poco más sobre mis actuales socios. Es que son fundamentales a la hora de explicar este sabático y, mucho de la persona que soy hoy.
Primero Guy. Si voy a hablar de él, es imprescindible remontarme a una carta que le escribí hace muchos años. La carta empezaba así: “Y hay una punta de cosas que te quiero decir a vos, el israelí más argentino que conozco. El que seguramente prepara mejores asados y se tomó más cafeses en Buenos Aires que el que se cree más porteño de todos los porteños.”. Es que es así: yo no se si, como dicen a veces, los argentinos y los israelíes se parecen o si Guy es el primer caso de un tipo que, habiendo nacido en Israel, sin ninguna conexión con la Argentina y habiendo venido a vivir a este país ya adulto, sea tan difícil de distinguir de un argentino de pura cepa.
Lo conocí porque era cliente mío cuando tenía Criteria, la empresa de reparación de computadoras con Gustavo Frencheli, allá por el 96. Guy era el gerente general de una empresa de seguridad física, de esas que tienen un montón de vigiladores en bancos, supermercados y esas cosas. Gustavo manejaba la cuenta, nos había contratado para instalarles la red y así lo hicimos.
Yo nunca había pisado la empresa de Guy. Lo vi por primera vez un día que Gustavo me pidió que le arreglara la computadora al gerente. Me dijo que tenía un problema con los idiomas de la computadora, los teclados y no se que punta de cosas más. Cuando llegué a su oficina me miró, me saludó y me explicó brevemente su problema, con un casi imperceptible acento israelí. Quería tener dos configuraciones, un windows en hebreo y otro en español y que el teclado que era hebreo/inglés funcionara en ambos sistemas para escribir en cualquiera de los dos idiomas. Y había un problema con el sonido ya que el windows en hebreo no tenía drivers para esa placa (perdón los que no son ñoños y no conocen de drivers y placas, pero es un detalle sin importancia). Estuve algo más de una hora y le arreglé todo. Creo que no lo podía creer porque pasó de una indiferencia total a una leve simpatía. Tuvimos una charla, ya no me acuerdo sobre que. Y así quedó una buena onda.
Meses más tarde, cuando recién habíamos arrancado decidir.com, Gustavo fue a ver a Guy con nuestro plan de negocios, con la idea de que nos pudiera presentar algún inversor y Guy tuvo la loca idea de vender la única propiedad que tenía para invertirla en este proyecto de, hasta ese momento, 3 locos sin ninguna noción de como armar un servicio de información crediticia para competir con un monstruo como Veraz en Argentina.
Pero así nos hicimos socios. Y, después, de a poquito, amigos.
Con Guy somos un equipo letal. La complementación es enorme. Si yo soy una máquina de tirar ideas, Guy es el dispositivo perfecto de selección de la catarata de posibilidades que fluye de mi cerebro. Si yo soy el rey del desenfoque, Guy es el tipo al que nunca vi organizarse con ningún tipo de herramienta: las 4 o 5 cosas que considera importantes están siempre en su prioridad mental. Yo creo en todo el mundo, Guy desconfía por defecto. Pero tenemos una extraña habilidad: podemos invertir los roles rápidamente si la situación lo requiere. Y dos componentes adicionales que amalgaman la receta para una sociedad exitosa: nos divertimos mucho trabajando juntos y nos levantamos el ánimo mutuamente cuando el otro se cae.
Guy es implacable. Consigo mismo y con los demás. No deja pasar una. Filoso en su observación de la realidad y de las personas, nunca desaprovecha la oportunidad de marcar ahí donde está la incoherencia, la contradicción. Y a la vez, aunque de apariencia dura y hosca, tiene un corazón enorme y siempre me sorprende con su capacidad de dar a otros cuando necesitan y piden. Pasar 15 años de mi vida con este tipo, casi 10 años más grande que yo, arriesgado e intenso, me hizo crecer y aprender de una manera que se me hace difícil describir.
Lo de Diego fue más gradual. La historia con Diego se remonta al año… ¿2001? Ya no recuerdo. Mi primera imagen de él fue cuando yo era el CEO de decidir.com y él estaba encargado del Gateway de Pagos que más tarde pasaría a llamarse SPS (Sistema de Pago seguro) y que llegó a procesar casi 80% de las transacciones por internet en Argentina. Fuimos a una reunión con una tarjeta de crédito y, ya no me acuerdo exactamente qué dijo, pero recuerdo que me enojé mucho con él y al salir de la reunión se lo expresé muy claramente.
Diego creció rápidamente en la estructura de Decidir. A fuerza de trabajo duro, su metodicidad, profesionalismo y su capacidad de conducir a otros y lograr resultados se hizo un lugar, cada vez más importante. Pasó a ser jefe de desarrollo, mas tarde CTO y, cuando Guy y yo decidimos dar un paso al costado de la conducción de Decidir, lo nombramos gerente general. Bajo su gestión -con nuestra ayuda y apoyo- Decidir pasó de ser un startup a ser una verdadera empresa, de perder plata a ganarla y la condujo exitosamente hasta que la compró Equifax en 2008.
Cuando Equifax compra Decidir se entendía que los empleados fundamentales de la compañía deberían quedarse trabajando un tiempo razonable bajo el mando de la nueva compañía. Es lo que se acostumbra en la industria. Guy y yo sabíamos que queríamos a Diego a nuestro lado: con el tiempo habíamos entablado una relación de pares y se había transformado progresivamente en una tercera pata de lo que por muchos años había sido un duo.
Diego se acomodó rápidamente en la nueva situación y la transición de Decidir a ser parte de Veraz se hizo rápida y exitosamente: habíamos construido muy buen equipo que Diego logró solidificar y motivar. Y eso se notaba. Luego de varios meses, cuando parecía que estaban las condiciones ideales para proponerle a Diego sumarse al equipo Dos Monos / Guia Oleo, recibimos un duro revés: Diego había sido tentado con una gerencia regional de tecnología, lo que presentaba un desafío profesional que no podía dejar pasar. Fueron momentos críticos: nuestro negocio pedía a gritos un perfil operativo con experiencia, solidez y legitimidad. No teníamos nadie en el equipo que pudiera cubrir ese lugar y, ni Guy ni yo, éramos las personas apropiadas para la tarea.
Pero varias semanas más tarde, los planetas se alinearon: recibimos un mail de Diego diciendo “si todavía hay un lugar para mi, estoy para unirme al equipo”. Saltamos en una pata. En pocos días le estábamos haciendo una oferta para asociarse con nosotros y terminar de consolidar en los papeles lo que hace tiempo sucedía en la realidad: éramos un equipo de tres donde cada uno aportaba una parte fundamental de la ecuación que podría hacer desarrollar y crecer nuestros emprendimientos.
Trabajar junto a Diego me hizo conocerlo cada vez más como persona. El ingeniero estructurado, inflexible y mental se fue revelando sensible, amigo de esos que siempre están al pie del cañón y dispuesto a escuchar nuevas teorías de cómo podrían ser las cosas en una realidad paralela visible para otros, pero velada para él.
Y en el último año y medio atravesamos un camino duro, de esos que ponen a prueba las relaciones. Encontrar en él un apoyo incondicional lo puso en un lugar en el que muy pocas personas pueden acceder porque, por suerte, con la mayoría de mis relaciones me ha tocado compartir momentos de alegría y festejo. Aquel con el que se comparten también los tragos amargos toma un lugar especial en la vida. Diego es de esos amigos que querés tener en la expedición al centro de la tierra.
Y, por sobre todas las cosas, es un gran cocinero y hemos compartido lindas comilonas en familia.
Todo esto venía a explicar quienes son las personas con las que compartí mi vida: trabajo y ocio. Y son quienes hicieron posible que pueda hoy explorar un camino nuevo que no se hacia donde me llevará pero que se que será compartido con ellos porque, por más año sabático en el que esté, son tipos a los que quiero tener cerca.
Amigos de ayer, de hoy, y los que se percibe que serán para siempre. Mucho de la cosecha en este año sabático.
Había escuchado esta historia en algún momento, pero leerla me la trae otra vez a la memoria y me alegra nuevamente. Qué siga el camino, la vida, el trabajo, el ocio y los éxitos juntos!
Hermoso 🙂
Esteban, de los muchos (muchisimos) jefes con los que he trabajado, sin duda tanto vos como guy siempre estarán entre aquellos que me han marcado personal y profesionalmente, y mucho. Gracias por dejarme ser parte de Dos Monos, y sobre todo, conocer a esos dos monos que me enseñaron tanto.