Esta semana empecé un año sabático. Sí, así como lo escuchan. Eso de no trabajar. Lo logré. Llegué.
Dice Wikipedia sobre el año sabático: “Su origen se remonta a siglos atrás, cuando los hebreos se tomaban el séptimo año de la cosecha para el descanso. El año sabático era una costumbre agrícola muy respetada y permitía dejar la tierra sin trabajar para su reposición, en barbecho, después de 6 años consecutivos de cosecha.”
Bueno, yo llevo 23 años sin dejar descansar la tierra. A los 16 empecé a trabajar. Y ahora tengo 39. Empecé vendiendo stickers. Unos que venían en rollitos.
Y después me metí a trabajar en una agencia de Turismo, que se llamaba Turplata. Vendían muchos pasajes para ferias en Europa. Pasajes de Swissair que para mí era la cosa más sofisticada a la que un hombre podía aspirar: UN PASAJE DE SWISSAIR. El dueño de la agencia se llamaba Francisco Lanzano o también Tito Berisso. Vaya uno a saber por qué tenía dos nombres este tipo, pero al tiempo de trabajar en Turplata armándoles un mailing para los clientes, entendí que Tito Berisso y Francisco Lanzano eran la misma persona.
En la agencia de turismo tuve mi primer contacto con Windows (porque en casa yo tenía una Macintosh Classic). Corría el año 91 o 92, en ese entonces se usaba el Windows 3.0 y ahí aprendí a usar una PC. No me acuerdo con que armábamos la base de datos, pero en algo como dos meses ya tenía lista la base de datos, y se imprimían correctamente las etiquetas en la impresora de matriz de puntos. Tema complicado ese de ajustar el software para que imprimiera en esos formularios continuos.
Finalmente la tarea estaba lista y mi “contrato” terminaba. Pero eso no iba a quedar ahí. Yo quería seguir trabajando. Tito era un tipo copado, me gustaba trabajar con él. Era entrador, un poco versero, cariñoso y con pocas pulgas. Recuerdo que su mamá, una señora de unos 80 años, pasaba cada tanto por la oficina con el secreto propósito de sacarlo de quicio y rara vez no lo lograba.
Mientras armaba el bendito mailing vi como hacían a mano las facturas y ofrecí desarrollar un simple programita para confeccionar las facturas con la impresora. El único lenguaje de programación que conocía era el BASIC así que lo utilicé para crear un software que, inicialmente mostraba el esqueleto de la factura y vos la completabas manualmente. Eso fue evolucionando y se transformó en un rudimentario software de facturación. Toda esta joda me compro como 4 meses más de trabajo. Y finalmente, dejé para siempre el rubro del turismo.
Luego pasé por una imprenta en un local a la calle del gran RJ. Ahí aprendí a usar PageMaker y Corel, la rama cabeza del software de diseño y edición gráfica. La posta eran Illustrator y Quarx, que no aprendí a manejar hasta mucho después. El arma secreta de la imprenta de RJ era LA PAGE, una impresora láser con un dispositivo que agregaba un “foil”, una especie de papel de aluminio de diversos colores. Con esta impresora hacíamos principalmente tarjetas para eventos sociales: bar/bat mitzvá, casamientos, cumpleaños, fiestas de 15. Pero cuando quedó atrás el encandilamiento del brillo de las enruladas letras doradas, RJ comprendió que una decena de tarjetas sociales por semana no serían suficiente para sustentar a una famila de clase media del barrio de Belgrano. Primero vino tímidamente, con una factura en la mano y me dijo:
– ¿Vos podés copiar esto pero sin lo que tiene escrito a mano?
– Claro, la escaneo y te borro todo lo que está escrito en birome y te la vuelvo a imprimir
Y así lo hice. Y quedó perfecta. Y nació el fructífero negocio de falsificar facturas.
RJ era un jefe agobiante. Su queja era un mantra. Todo estaba mal: el mundo, el país, el gobierno, la economía, los clientes, el barrio, inclusive muchas veces su mujer, o sus hijas. Salvo el más grande, el único, el Arielito. Su hijo Arielito se había ido a vivir a Israel y el sí sabía como eran las cosas. Un ser supremo, intachable. “Arielito sabés que hace? Está en el negocio gastronómico. Está creciendo. Empezó lavando copas, pero ahora es mozo. No es fácil, es una cadena importante, exigente”. Y así pasaban los días, entre tarjetas del bat de Romina, las facturas truchas y las quejas de RJ.
Por suerte para mi salud mental el negocio, a pesar de esta nueva línea de ingresos, no iba bien así que RJ decidió compartir su local con una casa de computación. ¿Se acuerdan de eso? ¡Qué viejo suena hoy “casa de computación”! En fin, RJ se juntó con Claudio, para compartir su local.
Con el tiempo entraron algunas otras personas a diseñar y yo las capacitaba: creo que RJ intuía que mis dias en la industria gráfica estaban llegando a su fin. Pero lo que hizo que no renunciara mucho antes fue que empecé a incursionar en el servicio técnico de Claudio. Hice migas con su técnico, un tal Diego, que comenzó a enseñarme el arte de arreglar PCs. Bah, me explicaba como cambiar plaquetas. Y así nació mi nueva vocación: capacitar y arreglar.
Más tarde se fue Diego y Claudio me ofreció reemplazarlo, así que pasé de operador gráfico a técnico de computadoras sin moverme de lugar. Si RJ era un tipo complicado, Claudio entraba en la categoría de psicópata. Era imposible no desarrollar un odio extremo hacia este ser que siempre se las arreglaba para sacarte hasta la última gota de esfuerzo y llevar tu paciencia a límites insospechados. Pero con una curiosa cualidad: siempre terminaba siendo la víctima con un realismo tal que geniunamente sentía lástima por el y nunca lograba enojarme. A su favor tengo que decir que fue bastante generoso permitiéndome atender clientes a domicilio en forma particular, es decir que esos ingresos eran 100% para mi.
Y así fue el inicio de lo que sería mi próximo emprendimiento: CriteriA informática. Criteria inició cuando pude convencer a mi amigo Gustavo Frencheli, que trabajaba de técnico en una empresa de educación, que teníamos que encarar un proyecto juntos. Y después de meses de romeperle los huevos lo logré: montamos nuestra primer oficina en el living de su casa, nos imprimimos tarjetas y vestidos de traje y maletín en mano, empezamos a visitar nuestros primeros clientes. Eso duró mucho, nos hizo crecer como personas y como empresarios y, sobre todo, nos dio muchas satisfacciones. Trabajábamos con alegría y profesionalismo y eso lo transmitíamos a los clientes, que nos recomendaban sin parar. Después de como 6 años teníamos una empresa en serio: 18 empleados y una facturación respetable.
En ese momento llegó Héctor Brik a llenarnos la cabeza de una idea que nos iba a cambiar la vida: armar un servicio de información crediticia en internet. Esa fue la semilla de decidir.com. Sobre Decidir ya hablé y escribí muchas veces, así que no voy a extenderme acá. Eso fue, como decimos con mi actual socio Guy, un master sobre como gastar 25 millones de dólares. Fue un aprendizaje enorme.
Después llegarían Dos Monos, Guía Oleo y Cualquier Verdura sobre lo que tampoco me interesa en este momento escribir. Simplemente quería decir que estoy feliz de dejar descansar la tierra que no descansaba hace 23 años. Y ver qué florece.
Leer este relato es muy bueno. No para mi, que te conozco, sino para los desprevenidos que caigan acá pensando “mirá este qué bien que la hizo…” ¿Saben qué? Si, la hizo bien. Laburó una torta de años y ahora descansa… ¿1? Es un poco injusto si te lo ponés a pensar…
Nada (nada) se recibe sin merecimiento. Y esta no es la excepción.
Que descanses, amigo querido. En 1 año me contás cómo te fue ! 😉
Love you mi querido amigo. Bien merecido lo tienes. Egositamente me alegro saber que tendré mas tiempo tuyo del que apropiarme. Abrazo y que sigan los éxitos.
Muy buena charla de Stefan Sagmeister sobre los sabáticos.
http://vimeo.com/44612739
Felicitaciones! Gracias por compartirlo.
Me emocioné. Sos un hombre que, parece, se puede dar una palmadita a sí mismo con una sonrisa.
Cómo y las desgrabaciones? No podés saltearte esa tarea tan grata!
A ver los muchachos y niñas de Criteria, Decidir…Guia Oleo y demás a ver si se animan a arrancar su comentario con. “Yo tenía un jefe, vamos a ponerle EB que era asÍ:_________________________” Nos podemos divertir mucho. Fue jefe mío también ese EB, así que cuando tenga un minuto arranco.
Leía y vi como se cruzaba fugazmente una parte de mi pasado, creo que por algún lado aún tengo la tarjeta de Criteria con los triangulitos amarillo y azul. 😀
El año sabático es el sueño de muchos en este rubro, otros deliramos con el resto de nuestras vidas sabáticas, pero la realidad nos abofetea a veces.
Supongo que será mezcla de descanso, introspección, disfrute en familia, boludeo en twitter, posible candidateo político?, sea como sea, es bien merecido…
Ahora, lo único que importa es: se hace igual la fiesta de guía oleo este año?
abrazo
w.
Un año sabático debería ser un bien para todos, aún los que trabajamos en relación de dependencia. Merecido año de descanso para cosechar cuestiones de la vida.